miércoles, 4 de julio de 2012

¿Qué más?, pregunta clave a la hora de afrontar dificultades


Aunque la gran mayoría de las personas, en particular los adultos saben y recitan de memoria aquella frase atribuida a la sabiduría oriental de que “las crisis crean oportunidades”, la verdad es que a la hora de enfrentar  circunstancias adversas solo unos cuantos actúan de forma coherente con esa forma de pensar, en tanto que la mayoría se queda enfrascado en preguntas  y frases como ¿por qué a mí?, “siempre me pasa esto”, “yo no podré”, “no merezco ganar más”, ¿Hasta cuándo?.
A estas conversaciones internas que  bloquean cualquier capacidad para avanzar hacia la búsqueda de alternativas, se suman otras  como “la vida no me quiere”, ¿por qué me tocó ese jefe?, “mi familia es un desastre”, “justo me tenía que chocar ese auto a mí”, “la economía del país no me permite salir adelante”. En otras palabras: la responsabilidad de lo que les  pasa, es de otros, es de lo que les rodea, pero no de ellos.
No se sabe cuál de las dos es más nociva, lo cierto es que ninguna forma parte del camino que permite avanzar.   La ruta adecuada es iniciar preguntando ¿qué más?. Qué más  puede aprender durante el proceso, que le ayude a avanzar hacia  la solución de las dificultades.

Una clave para lograrlo es aceptar las circunstancias y aprender de los errores, para lo cual primero debe estar dispuesto a fallar, a asumir riesgos. Piense  en los tres peores fracasos de su vida ¿cuáles son? Y hágase las siguientes preguntas ¿hasta dónde le condujeron esos errores? ¿aprendió algo o los ha vuelto a repetir?.

A medida que se aceptan los problemas como amigos y se elige el gozo, es decir se adopta una actitud que algunos la llamarán positiva, yo la llamo proactiva y se trabaja con compromiso total para encaminar aquello que no está saliendo bien y con la convicción que todo tiene un propósito, se logra desarrollar la paciencia y a medida que esa paciencia es probada y se persevera a través del tiempo y la repetición, los resultados llegan por añadidura.

Un ejemplo para ilustrar  los estilos de actitud está en  la siguiente historia: habían dos  viejos campesinos. Uno era optimista, el otro un pesimista. Cuando el sol brillaba, el optimista comentaba: ¿No está precioso el día? ¡está bello! El sol brillal. Es saludable para nuestras cosechas. Pero el pesimista respondía “el sol está muy caliente, nos está matando las plantas. Está  resecando la tierra”. Cuando llovía el optimista decía “¿No es maravilloso? ¡justo lo que necesitábamos!” y el pesimista respondía “No, ¡es mucha lluvia! La cosecha se va a dañar por el lodazal”.  Cualquier parecido con la realidad suya o de quienes le rodean puede ser no solo una coincidencia y de seguro se reflejará en los resultados que se obtienen día a día.

Finalmente hay  un aspecto fundamental y es que  en todo este proceso de revisar la manera como encaramos los problemas y la vida diaria, es clave identificar algo que puede ser incluso más nocivo que una actitud equivocada   y son los temores, algunos de los cuales son bastante profundos, complicados y arraigados.

Hasta que no se identifiquen y superen los temores que influyen la forma en que se está asumiendo la vida diaria y dentro de ella las dificultades, se estará inhibido para  adoptar formas de ser más beneficiosas para relacionarse consigo mismo, con los demás y con las circunstancias que le rodean, y en general  para lograr todo lo que pueda llegar a ser.

¿Cuál es el mayor problema de su vida en este momento?¿Cómo lo está enfrentando? ¿Cómo lo encararía si lo tratara como un amigo no como un enemigo?

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