Hacia el año 500 AC, Confucio recorrió gran parte de China tratando de persuadir a varios señores feudales acerca de cómo liderar sus reinos de la forma más eficaz, y les infundía que para que todo fuera de la mejor manera, uno debía ser simplemente benevolente, humano, justo y moderado.
Doscientos años más tarde, el primer emperador de China, Chin Shih Huang Ti, respondió a Confucio de forma concluyente y clara: entierra vivos parte de 460 de sus monjes, y el resto hasta el cuello para después ser decapitados.