¿Te has fijado
cuantas veces al día tus acciones son
dominadas por una determinada emoción? Una
emoción es un movimiento del ánimo y tienen un vínculo directo con el cuerpo:
el ritmo cardíaco y respiratorio, temblores, transpiración, palidez, llanto,
risa, etc.
Las emociones son un movimiento desde adentro, que nos sacude y nos
inunda.
La diferencia
entre emoción y sentimiento es que la primera es breve e intensa, como el enojo,
en tanto que las segundas son más duraderas y menos intensas, como el odio.
Mientras odias a una persona, sientes oleadas de enojo. De la misma manera que
mientras amas a alguien, puedes sentir alegría, tristeza, etc.
Las emociones
son nuestras alarmas, señales de que algo está sucediendo y por eso es
fundamental prestarles atención para descifrar cuál es ese mensaje interno. Si
sientes algo, presta atención y busca la raíz. No sea cosa que llegues cuando
te has hecho daño.
Sin darnos
cuenta nos encontramos a merced de nuestros estados emocionales. Cuando algo
nos atemoriza, alguien nos enoja, o nos ponemos tristes... el cuerpo reacciona
temblando o transpirando, y se derrama dentro nuestro un torrente de emociones
incontrolables. En esos casos no hay razonamiento que valga: la emoción
predomina sobre la razón.
A veces una
emoción parece apoderarse de nosotros: nos sentimos arrastrados como si un
animal salvaje condujera nuestro auto a una velocidad increíble, a un destino
desconocido.
De ahí la
importancia de aprender a manejarlas, porque tus emociones pueden ser provocadas por un
estímulo externo, pero siguen siendo tuyas. Adecuadas o inadecuadas, útiles o
descabelladas, son mías. No puedo extirparlas como un tumor indeseable,
narcotizarlas ni reprimirlas. Más vale que las conozca y me entere de dónde
vienen, para qué existen.
No solo porque
esto condiciona buena parte de mis reacciones frente a las situaciones diarias,
sino porque tienen una relación directa con mi salud.
Recientemente
un buen amigo mío compartió conmigo la obra del psicoterapeuta Jacques Martel quién
elaboró el diccionario más amplio sobre las causas de
las dolencias y enfermedades relacionadas con los pensamientos, sentimientos y
emociones.
Así que a la par de abordar el tema de cómo manejar nuestras emociones e
incluso cómo enseñar a nuestros niños a manejarla, temas que corresponden a lo
que se denomina Inteligencia Emocional, me pareció muy interesante el enfoque
de la salud física Vs. Emociones, más aún cuando al leer detenidamente algunas de
las dolencias más frecuentes en mí y quienes me rodean, me dí cuenta que la
relación que allí se señala en verdad existe.
Un ejemplo simple de ello son los dolores de cabeza, para lo cual se
señalan varias causas. Por ejemplo, el estrés y la
tensión cuando me esfuerzo tanto como pueda “para estar” de cierto modo o de
“para hacer” tal cosa.
El dolor de cabeza
aparece frecuentemente cuando intento demasiado fuerte de realizar algo o
cuando estoy obsesionado por esto que viene e inquieto por lo que me espera en
el futuro. Vivo en este momento mucha ansiedad y preocupación. Así puedo
reaccionar a fuertes presiones ejercidas por situaciones o acontecimientos que
me rodean. Puedo vivir un sentimiento intenso de fracaso, duda, odio de sí que
da vida a la crítica y, sobre todo la auto – crítica. Estoy cogido, “encajonado” en mi cabeza, no me gusta lo que veo, y me juzgo con severidad, dándome a
mí – mismo “golpes de cabeza”. El dolor
de cabeza puede provenir también de la negación y de la supresión de mis
pensamientos y de mis sentimientos que creo inaceptables o desaprobados.
Así pues, una vez identificada la causa en mí, tengo aún más
herramientas para poner a mi servicio y
afrontar la enfermedad de otra manera. De esa forma la emoción cumple aún más su función.
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