martes, 15 de noviembre de 2011

Dime cómo hablas y te diré donde llegarás


Dos personas hablan animadamente en la empresa. Te acercas sigilosamente y alcanzas a escuchar una conversación de esta naturaleza:
-          ¿Y por qué no te animas a hacerlo? Si quieres yo hablo con el jefe y le digo que tu quieres
-          ¡No, no! ¿Y si sale mal? Ahí si todo se me acaba de dañar, capaz y me echan
-          ¿Pero por qué va a salir mal?
-          Pues porque es muy difícil y porque yo siempre termino dañando todo
-          Pero si es tu oportunidad para ascender ¿luego no necesitas la plata?
-          Pues sí, pero mejor me quedo quietic@ y no arriesgo lo poco que tengo


Y si te quedaras unos minutos más, de seguro la conversación no tomará otro rumbo. Adivina a donde llega el personaje que se resiste a tomar esa oportunidad que puede mejorar su situación… A ningún lado y  si te lo encuentras hablando con un amigo un año después, la conversación podría tener tintes similares.

Por eso “dime cómo hablas y te diré donde llegarás”. Es muy común encontrar personas que viven la vida entera en la conversación de juicios personales, lamentándose por lo que sucedió, buscando responsables, haciendo crecer sus historias y siempre quedándose en el mismo sitio.

Esto es lo que se llama una conversación enfocada en juicios. Rescato acá los dominios bajo los cuales, de acuerdo con Rafael Echavarría, se pueden ver este tipo de juicios.

El primero de ellos es el Dominio de la responsabilidad: Hay quienes se hacen responsables de todo lo que les acontece pero de forma autoflagelante y cada situación crítica les  sirve para demostrar  adicionalmente lo inadecuados, incompetentes, poco inteligentes, que siempre dicen ser. Y, en el otro extremo, están los que escasamente asumen responsabilidad ellos mismos y  normalmente culpan a otros, o le atribuyen los acontecimientos al azar, a la mala suerte. ¿Estás en alguno de estos grupos?

El segundo es el Dominio de la inclusividad en donde cada equivocación específica o situación  particular  sirve para  hacer un enjuiciamiento global. En lugar de decir que soy malo para correr digo que soy malo para todos los deportes ¡eso no es para mí! Y finalmente está el dominio de la temporalidad en donde o se atribuye lo que sucedió a un mal momento o se califica como un “siempre”. “Siempre tan desordenado”

Lo importante de todo esto es que quien se queda en la conversación de juicios es que acaba liquidando cualquier posibilidad de transformar su estado actual. ¿Cuántas veces has encontrado a personas que están paralizadas, incapaces de tomar las acciones que podrían sacarlos de aquello que los hace sufrir? Los vemos poseídos por sus historias y juicios personales. Pasan de uno a otro, en una cadena sin fin. Pero muy poco más acontece a su alrededor. ¿Tu mismo estas o has estado en esa situación?

En cambio  las conversaciones encaminadas a la coordinación de acciones abren la puerta para lograr que algo pase e  intervenir en el estado actual de las cosas. Cuando entramos en ellas nos hacemos cargo de las consecuencias y procuramos cambiar aquello que nos limita.

¿Cuántas puertas abriría una empresa si en su interior se fomentaran  este último tipo de conversaciones que posibilitan, en lugar de aquellas que enjuician, rumoran y generan estancamientos? ¿Qué posibilidades se te abrirían a ti mismo si generaras el hábito de conversar enfocado a la acción?